En una nota, el escritor y sacerdote español Pablo d’Ors habló de la oscuridad, el inconsciente, el meditar y el disfrutar. Te contamos lo esencial de lo que dijo.
“El disfrute es como un presagio, un preámbulo, un aperitivo de la eternidad”, dijo el escritor y sacerdote español Pablo d’Ors en una extensa nota con Chani Guyot en La Nación (al final de la nota te compartimos el enlace).
“Basta que te pongas a mirar, a observar tu mente, para que te des cuenta de que hay ahí mucho ruido, mucho parloteo interior”, resaltó el autor de Biografía del Silencio (Siruela, 2012), que ya lleva más de 450.000 ejemplares vendidos. En 2014 fundó la asociación Amigos del Desierto, una red de meditadores que promueve una dimensión contemplativa de la vida. Es un religioso heterodoxo.
Aunque ya había tenido experiencias antes, a los 41 años vivió una crisis existencial que lo llevó a la meditación contemplativa. “Cuando se derrumba lo externo necesitas ir a los cimientos”, explicó en la nota a la que hacemos referencia.
“Solo podemos estar fecundamente con los demás en la medida en la que sabemos estar con nosotros mismos. De lo contrario, nuestro estar con los demás será puro frenesí, simple convivencia, pero no auténtica comunión. Quien no sabe estar consigo mismo no sabe estar con nadie”, expresó.
Meditar
Describió que al meditar, “te encuentras en primera instancia con la inquietud corporal. Te quedas quieto y descubres que estás inquieto, hay una zozobra interior que hay que dominar. En segundo lugar te encuentras con la distracción mental, porque tenemos una jaula de grillos, una mente mono, dicen en el budismo. Basta que te pongas a mirar, a observar tu mente, para que te des cuenta de que hay ahí mucho ruido, mucho parloteo interior. En tercer lugar, que es donde quiero aterrizar, está la experiencia de silencio. Entre la quietud y la inquietud, entre las distracciones, en el silencio te encuentras con tus sombras”.
Explicó que la meditación “te quitas de en medio, porque es prácticamente el único espacio donde no hay ego. Y precisamente por eso, porque te quitas de en medio, el espíritu, la energía, la realidad, como cada uno quiera llamarlo, puede expresarse y puede actuar. No entendemos que nuestro intervencionismo constante impide que la realidad se exprese. La abortamos, porque no confiamos en ella. Y entonces, al menos durante los veinticinco minutos de la práctica meditativa, que es lo que yo propongo, ahí la realidad puede expresarse”.
“Vas descubriendo que las cosas no solo continúan funcionando sin ti, sino que sin ti funcionan mejor. Somos tan egocéntricos que pensamos que somos nosotros los que cambiamos la realidad. Pero la realidad no está ahí en primera instancia para ser transformada, sino para ser recibida y disfrutada. Y eso es contemplar, saber recibir y disfrutar. Entonces, ¿qué es lo que caracteriza el camino espiritual? El darse tiempo. Hacer la pausa”, comentó.
El inconsciente
“Del inconsciente sale todo lo oscuro, lo que no está reconciliado. Y sale no para arruinarte la práctica meditativa, sino precisamente para sanarla. Para sanarte. Por tanto, la meditación tiene un componente muy importante de purificación. Esa es la gran propuesta de la meditación: mirar lo oscuro, breve (porque si no es una mirada morbosa) y amorosamente, para limpiarlo. Pero lo que limpia es no luchar contra ello, sino acogerlo”, explicó.
La oscuridad
“Todo lo oscuro, negativo y sombrío que tengamos en nuestra vida no es esencial, sino circunstancial. No nos define. En cambio, lo luminoso, lo positivo, esto sí que permanece. Esto obedece a una visión y a un mapa de la conciencia que yo he heredado de mi maestro, Franz Jalics, un jesuita húngaro que falleció hace tres años. Apoyándose en la mitología bíblica judeocristiana, somos un núcleo de luz, un jardín del Edén, nos han expulsado, y hay un territorio de sombras, que el psicoanálisis llama el inconsciente. Ese territorio oscuro, sombrío, lo hemos rodeado de un envoltorio, al que el psicoanálisis llama mecanismos de defensa. Entonces meditar es romper el envoltorio, los mecanismos de defensa, atravesar el territorio oscuro del inconsciente y llegar a nuestra verdadera identidad, que es el núcleo de luz. No es posible llegar al día sin atravesar la noche. Hay que conocer el corazón de las nieblas, como decía Conrad, o pasar una temporada en el infierno, como decía Rimbaud, para llegar a algo muy luminoso. A eso que nos constituye”.
“Mi noche oscura fue larga y dolorosa. Con algo cercano a la depresión, con síntomas parecidos de pérdida de sentido, de energía. Creo que solo quien ha atravesado oscuridades puede hablar con cierta credibilidad de la luz. Por lo contrario, si no has atravesado eso, tu hablar sobre lo luminoso puede sonar muy ingenuo o muy infantil”, confió.
“Cuando yo estaba mal personalmente, tuve el privilegio o la lucidez interior para no soltar ni la meditación ni la escritura. Aunque el cojín de la meditación y el escritorio me expulsaban, y yo sentía que no era capaz, sin embargo, como soldado, me quedaba allí. La escritura y la meditación, que son dos prácticas espirituales, me sostuvieron y me sacaron de una comprensión equivocada de la vida”, sostuvo.
El disfrutar
Reveló que su lema “es crecer y servir disfrutando. Todos tenemos un destino, que es lo que hemos venido a aprender a este mundo y todos tenemos una misión, que es lo que hemos venido a dar a los demás, aunque no coincidan. La misión en general nos gusta, el destino en general nos cuesta. Y el criterio para saber que estamos creciendo y sirviendo bien, que estamos caminando adecuadamente en nuestro destino y en nuestra misión, es si disfrutamos”.
Y disfrutar “significa que no hay distancia entre tú y la realidad, que te has fundido en ella. Cuando te metes a fondo, por ejemplo, en la lectura, te haces uno con la lectura, se te pasa el tiempo volando, estás disfrutando, eres uno con la lectura. Una conversación, un paseo, ahí se acaba el tiempo. El disfrute es como un presagio, un preámbulo, un aperitivo de la eternidad”.
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