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Humahuaca: la objetividad no existe

Este viaje que voy rodando me va dando pistas a cuentagotas.

 

Hasta el momento de escribir esta crónica estuve haciendo memoria sobre quién me nombró por primera vez a Raúl Prchal. Lo escribí como 'Perchal' entre mis notas; así lo escuché, pero no recuerdo de quién.

 

Prchal parece mal escrito. Además, suena 'perjal'. Desencajado, incómodo, que descoloca, que se sale de los entendimientos más convencionales a lo que acostumbra la sociedad. Quizá eso era Prchal. Alguien que desentona incluso desde el fonema que corresponde a la lectura de su apellido.

 

Lo busqué en Google como 'Perchal', eso sí recuerdo, y a pesar del increíble motor de búsqueda del sitio no me apareció nada relacionado a lo que me habían dicho sobre él.

 

Son esas figuras que, para encontrarlas, se necesita escarbar entre las convenciones establecidas y las buenas formas de la sociedad de consumo. Una vez ahí, en los márgenes de la moral y entre paredes de tierra, despojados de nuestros trajes y nuestras lógicas, aparecen.

 

Semanas después, en mi paso por Villa Tulumba, un sujeto random llega a la casa de mi amiga Ana, donde estábamos leyendo e intercambiando sentires.

 

Por unas buenas horas nos come oreja. Y entre tanto discurso, nombra a Lanza del Vasto, un hombre que después de un encuentro con Mahatma Ghandi fundó El Arca, en 1948. Una comunidad espiritual, una forma de vivir reveladora.

 

Hoy sus seguidores lo nombran como "apóstol de la no-violencia en occidente" a quien fuera también poeta, esteta, filósofo y escritor.

 

Las semanas pasaron y los kilómetros. Estoy en Humahuaca. Como hace 10 años exactamente, cuando conocí en Carnaval este Patrimonio de la Humanidad que es la Quebrada homónima (Jujuy, Argentina).

 

Es época caliente de circulación de turistas, aunque el frío gana los días, se congelan las cañerías y no sale agua hasta entrada la siesta.

 

Voy al encuentro de Jani Mamani, la tía de Nehuen Katari, hijo de una entrañable amiga, Majo, que me hizo el enlace con Jani para pasar unos dias por aquí, al menos hasta que cese la ola polar.

 

Es un hogar de circulación de artistas, artesanos, bohemios... Hoy habitado por Jani, que dejó atrás su vida en la capital jujeña (San Salvador) para entregarse a este entorno de cerros e historia.

 

Por la tarde empiezan a llegar los personajes. Gente del barrio, amistades de su familia, allegados. Siempre hay visitas en esta casa.

 

Me llama la atención un hombre de sombrero de ala ancha. Parece un dibujo de alguien. Es Nico. Hay mates con Rica-Rica, Muña y Arca, yuyos de la zona. Yo, escucho.

 

Alcanzo a oír 'perjal' y al rato 'raúl' entonces algo se unificó en mi cabeza. Me di cuenta que aquel hombre no era 'perchal' sino 'perjal'. Es Raúl Prchal, el último anarquista para algunos. Pregunto y sí, hablan de él porque hace poco se estrenó en Humahuca el documental sobre su vida.

 

Resulta que estoy a apenas cuatro cuadras de la casa de Prchal. La Huayra Huasi (casa del viento) hoy tiene un candado en la puerta, pero fue ahí donde el soñador imaginó una comunidad anarca, luego una comunidad transitoria y finalmente murió un poco para fortalecer.

 

En vísperas del último golpe cívico militar en Argentina, Prchal inicia un sueño en Humahuaca después de una experiencia que quizá fue influyente en esa decisión: vivir dos años en la comunidad del Arca, fundada por Lanza del Vasto.

 

Ahí está el hombre que tenía que aparecer. Y en esta casa estoy con Nico, que fue uno de los tantos que convivió con Raúl y lo conoció bien de cerca.

 

Así, de golpe, me encuentro con una obra por descubrir. Parece que "El Francotirador" es un texto para iniciarse y me enteré de su frase, o más bien cosmovisión de cabecera: "LA REALIDAD NO EXISTE".

 

¿Y la objetividad? Con la objetividad tapamos todo aquello que no queremos ver, dice Rodolfo Kusch.

 

"Por eso nos esmermos tanto en ver las cosas 'tal como son', solo para ocultar nuestra subjetividad, que es la única manera como vemos todo"

 

Para Kusch, es "curioso" como armamos esa objetividad. "Está apoyada en el coche que pasa, en la moneda, en el recuerdo del viaje, todo eso sostiene y apuntala nuestra impermeabilidad y nuestro turismo espiritual".

 

"Pero mentimos, hemos colgado nuestra responsabilidad en los objetos en vez de llevarla dentro".

LA CIUDAD ME DUELE CUANDO ENTONA EL HIMNO

 

Pasan los días y nos vamos conociendo de a poco con Jani, la anfitriona. La primera mañana me voy de paseo a hacer compras al mercado. Quiero hacer tortillas para la semana.

 

Mientras amaso, ella pone música y trabaja con la máquina de coser en algunos encargos que tiene pendiente.

 

Me cuenta de la historia de su familia, me muestra orgullosa la foto de sus cuatro hijos. Jani, que también es abuela, es una mujer de mirada decidida que hace unos meses eligió este entorno para su vida. Lejos de la ciudad, cerca de su interior.

 

Su abuelo era vendedor ambulante de empanadas que elaboraban con su familia. Ella también pasó por esa actividad, desde la cual se montó una familia.

 

De momento nuestras charlas se parecen a una entrevista, pero yo no pregunto. Desarrollo el don de la escucha.

 

Ahora suena Bruno Arias y casi no reconozco su voz joven, en uno de sus primeros discos. Le pregunto si conoce la canción 'Koya en la ciudad' que interpreta el jujeño. No.

 

Las tortillas son violetas porque mezclé harina blanca con harina de maíz morado que conseguí en el mercado. Las cocino con paciencia en una sartén. De pronto, empieza a sonar la intro de "Koya..." y se mezcla con la música de fondo que sale del equipo.

 

Es Jani, que desde su celular reproduce la obra que le mencioné antes.

 

Termina. "Está bueno", dice.

 

Hace más de diez años escuché esta canción por primera vez y desde entonces me acompaña.

Por mi amigo Mauri conocí al compositor, Sergio Castro, que es su tío, y junto a Néstor Gea (ambos de mi ciudad natal, Villa María) dieron a luz esta obra popularizada primero por Ruben Patagonia y luego por Bruno Arias.

 

Siempre pensé que era un himno para enfrentar al epistemicidio, al resabio del genocidio a nuestros pueblos primordiales, originarios, habitantes primeros; esa ramita de la cual agarrarse cuando llevamos 532 años del origen de la sociedad capitalista en el Abya Yala, hoy América.

 

Yo, hombre blanco, pensé que en esta canción descansaban el lomo las trabajadoras de casas de familia y las obreras, los obreros, saturados por el cemento que le corta las manos y la respiración, alejados de sus cerros, en las grandes ciudades.

 

Pensé que era al mismo tiempo una revancha y una advertencia.

 

La revancha, de quien se cansó de ser la diversión para turistas o de tener cosechas magras.

 

La advertencia, que la desdicha solo cambia de forma en las urbes y se viste con ladrillo cerámico sin revocar. Allí no se camina, sino que se anda en trenes, colectivos y subtes en un mismo día, pero a un costo altisimo: el tiempo.

 

Y como dice Kusch, esos sitios -las ciudades- , a pesar de ser tan grandes, no tienen lugar para los dioses. No entran. Están llenas de otras cosas.

 

"Está bueno", dijo Jani. En ese momento, sin explicación alguna, sentí que era la aprobación definitiva de esa pieza musical encajando en mis pensamientos.

 

Jani no parece ser alguien que dice cosas para agradar. Por eso tiene más fuerza su palabra. Porque es Mamani quizá, porque trabajó toda su vida, como su abuelo, vendiendo empanadas, como personal de limpieza y haciendo costuras.

 

Ya no es más el hombre blanco que piensa. Es la mujer que dice. "Está bueno".

 

 

DAME TU SUEÑO MARRÓN, HEMBRA SAGRADA DEL SOL

 

Es el momento de darle de comer a la tierra, como dicen por aquí. A medida que pasan los agostos voy entendiendo que la Pachamama no premia ni castiga.

 

Sino, ¿qué infierno les esperaría a los que monocultivan la tierra y fumigan a los pueblos? Sin embargo ahí van, acrecentando la fortuna y quebrando el futuro.

 

Es más bien un acto de respeto supremo y vinculación con esa "energía superior que organiza, armoniza y amalgama la función y ubicación cosmogónica-cíclica individual y colectiva de los habitantes y la naturaleza", según el difusor Wanka Wilka.

 

Es tan generoso el destino que cuando llegó el momento de ofrendar me regaló la presencia de mi entrañable amigo y compañero de aventuras, el Marco, y su compañera, la Jose.

 

Y yo que buscaba el acto afuera. Y estaba aquí dentro, en la intimidad de conocerse tanto que ni hace falta hablar para entrar a la tierra a darnos.

 

Entre los cerros, culmina la ceremonia entre les tres y partimos de nuevo a Humahuaca.

 

Marco y Jose conocen a Jani y Nico. En la plaza central del pueblo, las vendedoras (feriantes) organizan su ceremonia. Entre el tronco gigante de un árbol y una baldosa de la vereda cavan un pozo para la ocasión.

 

La escena es rara. Hay una señora sentada en un banquito y manda, organiza, dirige a cada quien que hace fila para pasar. Tiene una "asistente" que le alcanza a las personas las ofrendas, en el orden que ella le indica.

 

De cualquier modo, esa es su forma. Pasan infancias, personas adultas, locales y de afuera. Estamos en una de las ciudades más turísticas de la Quebrada y la escena es acorde.

 

Van muchas horas de darle de comer a la tierra con el constante humo purificador que sale de una lata grande de salsa de tomates que hoy es sahumador.

 

Mientras esto pasa, estamos a unos metros con un grupo de artesanos, viajeros, artistas, que nos presentó Jani. Frente a esta plaza también está el banco y llega el camión que trae o lleva dinero, no sabemos. Pero sí estamos escuchando a dos de los pibes, quizá algo entrados en copas, imaginar una situación de asalto al blindado.

 

 

[1/8 17:57] Emiliano 🌿: Nico mira al personal del camión de caudales. Fijo, sin decir nada. Como saturado de los dos borrachos que empiezan a discutir sobre fronteras, tráfico de dinero y cualquier tema del cual necesiten para iniciar una discusión.

De repente, se escucha la voz de una joven en un volumen tanto más alto que el resto en la zona de la ceremonia. Miro.

 

Son dos chicas, arriesgo porteñas universitarias, diciéndole algo a la doña que organiza la dinámica, muy serias, parecían con mucho interés en pasar, pero no era la fila de un rapipago, aunque eso me trasmitió lo poco que escuché.

 

En ese momento me brotó un sentimiento. El de agradecimiento. Ese mismo día, pude compartir este ritual junto a dos seres que tenían que estar ahí. Agradecer al mundo que ordenamos para que ese momento nos encuentre a les tres.

 

Después de eso, viene todo lo otro. Pero que triste me hubiera sentido si este agosto solo formaba parte de esa escena que veo entre el árbol y la baldosa, que me es muy ajena.

 

Cuando me fui de mis pagos, algunas veces dudé sobre si lo que estaba haciendo era realmente lo que quería. Entonces encontré una guía. Me preguntaba si el presente que tenía era tan importante como para estar lejos de mis padres, de mis hermanes y de mis sobrinas.

 

Cuando escuchaba a alguien decir "a mí me encanta la vida que tengo" yo quería decir lo mismo, pero no me salía.

 

[2/8 17:41] Emiliano 🌿: hoy soy la foto que veía antes. Antes, veía una foto, algo en lo que todavía no podía creer. O creerme yo en esa realidad .

Hoy soy ese que antes veía en una foto.

 

Por suerte está el río que corre y lava todo, el sol que nos purifica, los cerros que nos unen y el viento que desordena. La palabra, ordena.

 

De nuevo me olvidé la lapicera.

 

[2/8 17:39] Emiliano 🌿: Jose escribe en una piedra una pregunta para mí. Jose me habla con una piedra."¿Que querés escribir?"

 

Me río de la escena. En el río, una escena. Ya no sé que es realidad y qué ficción.

 

Cuando la realidad es tan sorprendente que puede ser ficcionable. Es tan increíble que se confunde entre ficción y realidad.

O, simplemente, ya es parte de esta ficción que vivimos como realidad.

 

O quizás será como postuló Prchal: la realidad no existe.

 

 

 

Los relatos a pedal pueden ser leídos en cualquier parte del mundo, en cualquier tiempo y espacio.

 

Entre lo que veo, lo que escribo y lo que comparto, transcurre el tiempo suficiente para que el acto de publicar no condicione mis vivencias.

 

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